Parejas … simplemente parejas

Autora: PhD. Isis Angélica Pernas Álvarez MSc. Hipnoterapia Clínica

MSc. Psicología de la Salud

Tomado del libro “Una buena compañía para la familia” (2017, coautora), editorial Ácana.

Una paradoja exquisita, motivo de reflexión de los estudiosos del tema familia, lo constituye el hecho de que muchas personas vivencian insatisfacción con la relación de pareja, pero, al mismo tiempo, están ávidas de contar con alguien en su proyecto de vida. Diversas son las interrogantes sobre el porqué de esta insatisfacción, más una de las repuestas va dirigida indiscutiblemente a que la dinámica que establecen no es la más funcional posible o, al menos, no es la más cómoda para ambos o para uno de los miembros de la pareja.

En honor a la verdad, desde pequeños nos enseñan a sumar, restar, multiplicar, dividir, leer, y escribir, entre otras habilidades importantes y necesarias para la vida, pero no nos instruyen de igual manera para ser padres, así como para vivir y convivir en una cultura de paz sin tanta dosis de neurosis o sufrimiento. Si tuviste la dicha de nacer en un hogar funcional o medianamente funcional, si los patrones a imitar fueron los más adecuados posibles, si tu luz natural te facilita el desarrollo del buen funcionamiento ¡felicitaciones!, pero si no es así ¿qué pasa?

En el proceso de ruptura de una pareja casi siempre para no absolutizar y decir siempre se comienza por hacer un análisis desde si la elección que se hizo de la persona fue la adecuada o no, si se apresuraron en la unión, hasta abarcar todas las variables posibles que influyeron y determinaron el fin de la relación. Aquí intervienen la comunicación (incluyendo la de la intimidad), la madurez, la responsabilidad, la tolerancia, el vínculo con la familia de origen, el respeto, entre otras.

En una reflexión sobre la pareja humana, el francés Lemaire (1999), revela de manera integradora los problemas en su evolución; apunta que están dados por la calidad en la comunicación y la relación de esta con la satisfacción de los deseos; por las actuaciones de la vida cotidiana entre la pareja, que tiene mucho de cultural (pequeños detalles que hacen grande un amor, colaboración, delicadezas…).

El terapeuta norteamericano Gottman (2005), se refirió a aquellos mitos sobre el matrimonio o la convivencia de una pareja que son potencialmente destructivos. Destaca que:

“La clave de un matrimonio feliz no consiste en una personalidad normal, sino en encontrar a la persona con la que concordamos”, es decir, aceptar el lado extraño de la pareja, convivir con cariño y respeto preponderando los sentimientos y pensamientos positivos sobre los negativos, que en alguna circunstancia de la vida puedan aflorar.

Según Patricia Arés (2004), el período de formación de la familia “es la zapata del edificio familiar, se sientan las bases para las demás etapas donde ambos miembros de la pareja van con una serie de deseos que se traducen en proyectos que se solidifican o se quiebran”. En esta etapa se construye y consolida el proyecto de vida que no depende solo de la imaginación y aspiraciones de la pareja, pues la sociedad contribuye a posibilitarla y potenciada o le pone límites.

A criterios de Olga Mesa (2009), máxima exponente del derecho de familia en Cuba, la familia cubana y, por consiguiente, las parejas podrían disfrutar cada vez de mayores beneficios legales, actualmente se realizan investigaciones para la creación de una ley del procesamiento familiar cubano. Se labora en un proyecto de código de familia que contiene modificaciones sustanciales al que fue creado en 1975, en cuanto a sus normas, al reconocimiento de uniones entre parejas del mismo sexo en atención al respeto a la diversidad y, entre otras, al concepto de familia y matrimonio, debido a la dinámica que impone el momento histórico.

Todo esto con el fin de beneficiar a la pareja, que es la base de la familia.

Es un proceso de continuos ajustes del “yo” al “tú y yo”. Para vivir con éxito relativo el amor de pareja en convivencia, se consideran importantes algunas de las sugerencias dadas por Arés como ser capaz de separarse de la familia de origen y establecer una buena relación con esta; crear un compromiso marital que implique negociar y acoplarse en proyectos de áreas tales como sexualidad, tiempo libre, amistades, economía, tareas domésticas, educación de los hijos, así como aprender a renunciar a las ganancias emocionales que proporcionan las etapas anteriores, asumir una serie de compromisos, confianza y responsabilidades nuevas, desarrollar estrategias para resolver desacuerdos y situaciones conflictivas, mantener el balance entre ser individuos y parejas.

Hay uniones, como diría Gottman (2005), a las que se les pide realizar “gimnasia emocional de categoría olímpica cuando sus relaciones apenas pueden caminar”, por lo que recomienda potenciar la espiritualidad y afectividad. Para evitar la ruptura o divorcio en una pareja, o la disfunción familiar, declara que hay que estar atentos a seis señales: planteamientos violentos, los cuatro jinetes del Apocalipsis (críticas, desprecio, actitud defensiva y actitud evasiva), sentirse abrumado, desatender el lenguaje del cuerpo, fracasos en los intentos de desagravios y mantener los malos recuerdos.

Los altos índices de divorcialidad, no solo en Cuba sino a nivel mundial se traducen en que algo a escala planetaria no está bien. La isla no escapa de estas nocivas influencias. Datos que preocupan, primero porque la estabilidad del hogar es un indicador de progreso social y segundo porque en estudios realizados acerca de la familia cubana se concluye que la duración del primer matrimonio es entre tres y cinco años, el número promedio de hijos es de uno a dos. Vale decir relaciones más pobres y menos variadas con menos hijos nacidos, durante los dos primeros años de la unión.

Según reflexiones de Carl A. Whitaker (1989) en Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar o Reflexiones de medianoche de un terapeuta familiar:

Hemos pasado culturalmente de la lucha por la ilusión de que la nosotrosidad es sagrada, a una ilusión de que lo es la yoidad. En realidad, el proceso de aprender a amar y a convertirse en parte de un nosotros sin destruirse, es un proyecto a largo plazo. Comienza con el aprendizaje del amor a sí mismo, sigue con aprender a amar a un semejante, y pasa por el coraje de amar a alguien diferente, a aprender a tolerar la vulnerabilidad a luchar en torno al problema de ser todo lo que uno es, lo que tiene que incluir a un otro significativo.

No es un secreto que cuando las personas son infelices y están insatisfechas aparecen dificultades, problemas, conflictos, que si no son bien tratados afectan la salud mental y pueden dar lugar a síntomas y patologías psíquicas, de igual forma perjudican sus relaciones ales y cualquier otro desempeño a nivel social.

Cuando reflexionamos sobre parejas jóvenes no nos centramos solo en la edad sino, además, en el tiempo que tienen de formadas; es necesario despertar en sus miembros la necesidad de envejecer en la combinación perfecta de dos categorías que no siempre se logra, aunque se lleve muchos años de unión, y estas son: felicidad-estabilidad. Las parejas requieren ayuda y orientación para que la correlación entre las variables felicidad y estabilidad sea lo más alta posible.

Sugerencias

  • Confía en tus posibilidades, en que puedes ser querido por los demás, pero empieza por quererte a ti mismo.
  • Empieza hoy mismo a practicar todos los autos que son tan necesarios para hacernos más queribles: autoconocimiento, autovaloración, auto aceptación y autoestima.
  • Haz de la relación contigo mismo la más sublime y auténtica, ámate mucho sin caer en egocentrismos e inmodestias, en un continuo esfuerzo por el crecimiento personal.
  • Haz una elección acertada de la pareja, que te guste y además te convenga (no hablo de conveniencias materiales o económicas): compatible, buen amigo, con ajuste social, cooperador, respetuoso, responsable. dialogador.
  • Aprende habilidades sociales de comunicación como ser asertiv@ para decir sí o no, me gusta o no me gusta, te quiero o no te quiero sin que te genere angustias y sin dañar la integridad o el amor del prójimo.
  • Aprende a querer, déjate amar y sé reciproco. Esto implica comportamientos y actitudes especiales.
  • Pregúntate y pregúntale a tu pareja, antes de la convivencia, sobre expectativas, intereses, valores, necesidades, entre otros. Conocerse mutuamente en un diálogo abierto y franco.
  • Ama, pero no hagas del amor una prisión, deja espacio para la realización individual del otro que no tiene que ser a tu imagen y semejanza.
  • Proyecta objetivos comunes, pero respeta los individuales.
  • Únete con alguien porque te sientas en verdad seguro; no para complacer peticiones, caprichos, egoísmos o por presión social para autoafirmarte, auto realizarte.
  • Practica intentos de desagravio para favorecer el control emocional y frenar o evitar la violencia.
  • Ejerce con la mayor responsabilidad, amor y entrega la planificación concepcional. Concebir un hijo tiene que responder a verdaderos sentimientos de ejercicio de la maternidad y la paternidad para formar a un ser humano de bien, no para resolverle un problema a alguien.
  • Si el divorcio es inevitable y aún sigues enganchado emocionalmente con tu expareja, pide ayuda, eso habla a favor de que quieres seguir creciendo personalmente, no te consumas en tu sufrimiento.
  • Si quedan descendientes de la relación deshecha: piensa que tienen derecho a una vida feliz, que no te pidieron venir a este mundo, por tanto, esfuérzate en hacerles la vida armoniosa, no los manipules.
  • Descarga la ira de tu frustración de pareja con técnicas que existen para ello: golpea una almohada, escribe todo lo que sientes y luego quémalo, entre otras técnicas conductuales muy efectivas, pero no agredas a tu hijo, pues no tiene culpa de tu fracaso.
  • Visita a un terapeuta de pareja o de familia, o a un hipnoterapeuta preparado para estos fines.
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